
En ocasiones me pregunto qué es lo que motiva a un futbolista para ser futbolista, qué será lo que le mueve a elegir las patadas por encima de cualquier otra profesión u oficio. Pienso en el glamour, en el dinero, la comodidad de los horarios, la fama, y no recuerdo que alguno de estos motivos rondara por mi mente cuando era chico y moría por ser jugador de futbol. Recuerdo que jugaba por diversión, porque era lo que más me gustaba hacer, no me cansaba ni aburría de hacerlo.
Me hago estos cuestionamientos porque hace muchos años que no veía en nuestro país un equipo que, como dice Valdano, “hiciera reencontrarme dominicalmente con el niño que llevo dentro”. Así me ha sucedido con el Puebla.
Definitivamente no es el mejor equipo del torneo, ni lo será. Definitivamente no es el equipo con el juego más bonito que haya visto, y ni cerca ha estado. Definitivamente no tiene grandes jugadores, y creo que no les ha importado. Lo que es cierto es que al equipo de la Franja le ha pasado de todo este último año futbolístico y no han perdido eso que muchos equipos no tienen: el gusto por jugar futbol.
El Puebla regresó al máximo circuito el 5 de agosto de 2007 siendo anfitrión del América. El partido fue un infumable 0-0. El equipo poblano estaba conformado en su mayoría por nombres desconocidos para todos nosotros, el entrenador era un excéntrico calvo, con aspecto de “Maestro Limpio”, de apellido Sánchez Solá y que le decían el “Chelís”. La directiva era un lío: que si Emilio Maurer, que si Francisco Bernat, que si Ricardo Henaine, que si el “Góber Precioso”. Al final de la temporada el modesto equipo recién ascendido se salvó, mandando al reforzado Veracruz a Primera División “A”. No fue un torneo bonito pero se consiguió el objetivo. Además, el equipo realizó la transacción más cara de toda su historia: vendió a los Tecos en tres millones de dólares a un argentino de apellido Zamogilny que años antes la hacía de entrenador de educación física en Puebla y que el Chelís había rescatado. Por si fuera poco Jorge Villalpando, portero del equipo, había sido convocado por primera vez a la Selección Nacional por el entrenador de aquel entonces, Hugo Sánchez. El Puebla hizo la tarea y no nada más pasó de panzazo.
En el Apertura 2008 empezaron los problemas: el cuadro no había sido debidamente reforzado (cuando menos para que parezca de Primera División) y había tenido sensibles bajas. Los directivos seguían queriendo repartirse el pastel y por si fuera poco el equipo empezaba en último lugar de la porcentual, junto con los Indios de Ciudad Juárez. El buen cierre del torneo anterior (quedó en 11º lugar) no pudo ser repetido y en la jornada 9 el Chelís fue cesado de su puesto con solamente 8 puntos conseguidos de 27 posibles. En su lugar llegó al puesto el ahora flamante asistente nacional, Mario Carrillo. El Puebla de “Capello” fue un auténtico cuadro surrealista: toda la gente del Chelís, sin importar quién fuera, quedaría en la banca. Así, la columna del equipo conformada por Villalpando, Joaquín Velázquez y “la bola” González vería el partido desde la lateral. Además, todo el plantel tendría que asistir a sesiones de espiritismo, una especie de bruja-psicóloga motivaba y acompañaba al equipo en los entrenamientos, concentraciones y partidos. Joaquín Velázquez, capitán poblano, se negó a ir a las sesiones de “hechizada” y fue dado de baja del plantel. Pero lo más increíble, Carrillo decía que el equipo necesitaba tiempo, que lo veía muy bien, que realmente se iban a salvar.
Ese torneo el Puebla terminó en último lugar con 15 puntos en 17 partidos. El descenso parecía inminente. La directiva (no sé quién de todos) decidió empezar la pretemporada sin Carrillo y arreglarse de palabra con el chileno Gustavo Moscoso. Al final se echaron para atrás y salieron con otra brillante idea, mejor hacer a un lado a Carrillo y a Moscoso y contratar a un entrenador exitoso, que venía de triunfar en Cruz Azul y América, y que seguro los iba a salvar: Rubén Omar Romano(ja). Para suerte de la afición poblana los directivos tampoco se arreglaron con Romano – no entiendo cómo un equipo de futbol de la Primera División en México puede ser administrado como si fuera un carrito de hot-dogs – y se voltearon nuevamente a buscar a José Luis Sánchez Solá. El Chelís, como “La Incondicional” de Luis Miguel, no lo dudó dos veces y regresó para hacerse cargo del equipo de sus amores.
Aunque descender parecía el destino, el Puebla decidió ir partido por partido. Era mucho menos la presión de salvarse del descenso porque sabían los jugadores que no se les podía pedir milagros. Empezó el equipo, entonces, a jugar por gusto, por amor al futbol, por diversión. La Franja se fue conformando como al Chelís le gusta: con hombres, no con nombres. Qué criticado era el uruguayo Alejandro Acosta cuando llegó a México y ahora es pieza fundamental en la defensa y hasta ha metido tres goles; ahora sabemos que Ramón Núñez, el que traía de cabeza a la defensa mexicana en San Pedro Sula, juega para el Puebla; nos acordamos que sigue vivo Duilio Davino y cómo lo extraña el América en estos momentos; conocemos a Luis Miguel Noriega, ese que Aguirre llamó para la selección; y además, nos enteramos que Osorno dejó su banda musical – “La Pura Caña” de Daniel Osorno – para regresar a su banda izquierda y poner pases para gol. Así ha logrado el equipo escalar hasta la 3 posición general (que perdió la semana pasada) y evitar por completo el descenso.
Lo peor de todo esto es que los problemas no han terminado: hasta hace unos días le debían dos meses de sueldos a los jugadores y no había un responsable visible del equipo. Sólo tres jugadores tienen contrato con la FMF, los demás son contratos de palabra. El próximo torneo no saben si el equipo permanecerá en Puebla o será vendido a otra plaza. Y aún así, el Puebla sigue jugando.
Regresando al principio, ¿qué hace a un futbolista ser futbolista? El Chelís ha dicho que está en Puebla por amor al equipo, que lo podría hacer gratis. Duilio dijo que ha recobrado el gusto por jugar futbol. Osorno dice que nunca se había divertido tanto. Noriega dice que esta temporada es la mejor de su carrera y está feliz.
Habrá muchas críticas en torno al equipo, a los jugadores, a la forma de dirigir, a todo. Lo que es verdad es que con tantos problemas en la cancha, afuera de ella, de descenso, sin tener contrato, con brujas y sin brujas, y con recursos futbolísticos realmente modestos, el Puebla ha conseguido salvarse del descenso, tener buen juego de conjunto e incluso aportar jugadores a selecciones nacionales. Si esto no es amor al deporte yo no sé qué sea.
Tiempo de Compensación- El Puebla no va a ser campeón, el Chelís dejará la Franja al final de la temporada, no sabemos qué pasara con los demás. Lo único que espero es que podamos ver más equipos con esta entrega en el balompié nacional.